La respuesta a esta pregunta está aquí:

De 1993 a 2012, cualquier día en mi estudio de diseño:

Cliente: “He enseñado el logotipo a mi familia este fin de semana y aunque el viernes, como te dije, me encantó, mi marido dice que no le convence y mi hermana, que estudió diseño, ha pedido algunas modificaciones, te las envío adjuntas.“

Cliente: “Se me ha ocurrido que podríamos poner otra tipografía, porque esta no me convence. Y de la otra, que sí me gusta, ¿por qué no pruebas todo en mayúsculas y más grande?”

Cliente: “De las propuestas que me has hecho, me gusta, de la primera esta parte de arriba, y de la tercera el color y el símbolo. ¿Podrías hacer un logo juntando las dos cosas?”

Cliente: “Te traigo varios diseños que he encontrado en Pinterest y que me han gustado para que te hagas una idea de cómo quiero el símbolo de la mariposa.”

 

No se si a ti te llama la atención algo. Más allá del fastidio que me causaban los cambios en mis diseños, yo tampoco veía nada especial.

Pero un buen día sucedió algo:

Empecé a fijarme en la cantidad de veces, que al presentar el resultado de estas correcciones a la carta con muy buenas intenciones, me decián….

“Pues tampoco me convence…, bueno, arréglalo tú, que eres la que sabes”.

Esto no podía ser.

En este punto empezó una revolución en mi estudio que es la que me ha llevado hasta aquí, hoy.

 

2012, yo tras los anteriores acontecimientos:

– Esto no funciona. Hay algo que está mal, no puede ser esta pesadilla. Voy a darle vueltas, tengo que poder hacer algo.

– REVELACIÓN: el cliente paga para que se le resuelva un problema, no para que yo haga lo que él tiene en la cabeza.

luego si yo soy la profesional no le puedo dejar que me elija ni los colores ni las tipografías ni nada. Si no tiene ni idea. ¡Qué disparate visto así!

si soy la profesional no puedo hacer varias versiones de un logo para que luego elija mi cliente, porque le estoy dando un poder que no tiene: él no sabe qué es lo mejor, la profesional soy yo. Presentaré UNA sola propuesta, yo ya habré hecho mi propia selección entre las mil ideas que desarrolle. Y lo que le presente será lo más adecuado.

Espera… ¿esto no es muy radical? Que no pueda elegir entre varias opciones es como imponerle, y a nadie nos gusta esto.
No creo que nadie me aceptase esa idea: “mi precio es X y te ofrezco una sola opción y punto”.  Yo creo que tengo razón, pero creo que no va a funcionar.

Parón. 

Aquí falta algo, tengo que pensar más. Pero ya no quiero volver al sistema antiguo de trabajo.  Sigo el camino y siguen las revelaciones:

– Para evitar problemas ahora hablo mucho más con el cliente antes de empezar. Quiero contarle lo de que soy una profesional que le va a resolver un problema, que confíe en mí. Y hablando hablando, también me intereso más por su proyecto.

– Entiendo qué necesita

– REVELACIÓN 2: De repente entiendo que lo que me encargan muchas veces no lo mismo no es lo que necesitan. What? esto es gordo, me doy cuenta que los clientes se autodiagnostican lo que necesitan antes de llegar al estudio:

“Quiero un logo” (y aún no sabe exactamente cómo va  a obtener los ingresos).

“Mejor empecemos por una web”, aconsejo, “el logo puede esperar. Apuesta por una línea de negocio, escribamos el nombre con una tipografía agradable para ir tirando. Y cuando ganes suficiente para invertir en ese logo, será la señal de que es el momento de hacerlo”.

 

Me di cuenta de que antes de empezar a diseñar necesitaba entender mucho más: sobre el proyecto, sus precios, sus ingresos, el tipo de cliente… para estratégicamente desplegar mis habilidades gráficas. Para poder cumplir con lo que ese proyecto demandaba.

Venían clientes a por un logo y se llevaban una web, incluso la versión mínima de una web para que la inversión fuera mínima también.

Hablábamos mucho, primero una reunión por Skype, luego llamadas por teléfono y mucho WhatsApp para estar al tanto, para consultarnos muchas cosas y hacerlo fluido. El email, lo dejamos para documentos.

Y he aquí que de esta forma se resolvió el punto difícil que se quedó sin resolver, el de que presentar una sola propuesta no iba a ser bien recibida. Verás cómo llegó la solución:

Antes de empezar nos olvidamos del diseño de momento. Hablamos con profundidad de la empresa, del proyecto, entendemos qué productos lanza, o cuales le funcionan muy bien, cuáles son sus precios y cómo son las personas que les compran.

El cliente y yo estamos sintonizados: juntos decidimos cómo queremos que la empresa sea percibida para que los clientes que aman sus productos conecten a tope con ella.

Ya me puedo retirar a diseñar. Y seleccionaré y desarrollaré una sola propuesta entre las muchas que se me ocurran. Que revisaremos juntos para comprobar que cumple los objetivos que juntos determinamos.

 

¿Ves la diferencia? Ya no vamos a elegir una propuesta por criterios estéticos subjetivos (lo que me gusta a mí versus lo que le gusta al cliente). Vamos a pulir una sola propuesta basándonos en criterios estratégicos, que por cierto, hemos definido juntos. Ya no es imponer una sola propuesta. Es revisar juntos la mejor opción que como profesional soy capaz de diseñar. Muy diferente.

Estuve trabajando así durante muchos años, muy contenta con mi nuevo proceso de trabajo. Mucho mejor todo. Las relaciones con los clientes se estrecharon, los resultados genial, todos contentos. En paz con todo.

 

2019 yendo más lejos

Como soy muy curiosa, no paro de indagar y descubrí que mientras tanto, en otro lado del mundo (mayormente en Estados Unidos) había un movimiento de mis colegas de profesión que me sorprendió.

Se decía que los diseñadores trabajábamos codo a codo con nuestros clientes durante varias sesiones y jornadas antes de trabajar para poder centrar bien el trabajo de diseño (luego ¡ellos también hacían como yo! Y yo sin enterarme…).

Pero que solo cobrábamos por el diseño que luego íbamos a hacer.

Que todo este pensamiento previo, que de hecho era más valioso que el de diseño, puesto que se tomaban direcciones y decisiones que corregían problemas graves de enfoque y que potencialmente era un proceso muy valioso económicamente, no se cobraba.

Y aquellos diseñadores americanos se estaban formando en una estrategia que sistematizaba y ampliaba en mucho más aquellas sesiones previas al diseño.
Esta nueva disciplina es la estrategia de branding, Brand Strategy. La estrategia antes del diseño. La estrategia que decide si diseñas, si montas un concierto o si se graban videos con un dron.

Estaban empezando a haber formaciones para nosotros en Brand Strategy en las que aprendíamos a mostrar a las empresas el valor de reconectar con la esencia que muchas veces está olvidada y enterrada. Y a crear estrategias de acción para crear una cultura de empresa que no pierda de vista su esencia.

Se nos ayudaba a dar ese salto al vacío, porque los diseñadores estamos más que cualificados para hacerlo (después de leer mi historia sabes por qué) pero va muy bien tener orientación y apoyo.

Me fascinó, me formé con ellos.

Me di cuenta que mis queridas clientas hasta entonces, las emprendedoras ya no eran mis clientes ideales, porque el precio de estos servicios, aunque se cuantifica en una fracción de lo que el cliente obtiene gracias a ella, no tiene aplicación en empresas que están empezando porque no hay negocio en funcionamiento que pueda impulsar.

Es por esto que ahora doy servicio este servicio de Brand Strategy. Y por eso te digo que

Cualquier empresa puede ser carismática.

Y esto está al alcance de todas, grandes y pequeñas.

No sé si tu estabas allí para vivirlo, pero cuando tu empresa nació hubo una razón y una ilusión detrás.

También te digo que que se convirtiese en una más no estaría planeado, eso seguro.

Lo habitual es que esa ilusión se haya dispersado al crecer, por fijarse demasiado en cómo crecen los demás. Y no quedó ni rastro de su “por qué” inicial.

***

Así que este es el plan:

Volver a revisar aquellas razones por las que tu empresa surgió. Darse cuenta del tesoro que supone para todo lo que viene detrás.

Planificar acciones de marketing y diseño con el objetivo super claro de reconectar con su razón de ser y transmitirlo en cada acción.

De esta forma toda la empresa respirará caracter y personalidad porque estaremos protegiendo lo más valioso y haciendo que viva en cada acción y en cada persona que trabaja allí.

Lo que ha pasado a tu empresa no es tan raro. En resumen:

Cuando nacen las empresas  lo hacen a partir de  una idea buena, interesante, una buena razón. Pero al crecer, vender, promocionarse, hacen lo que hace todo el mundo. Se fijan en los demás. Evolucionan como los demás.

Y ahí es cuando la marca se vuelve una más. Realmente se ha desconectado de sus razones de ser, de su por qué, para convertirse en un clon de otras marcas, que no siempre son buenos ejemplos para copiar.

***

Me llamo Elena Ferrer y soy diseñadora gráfica, desde principios de los 90. Como ahora ya sabes estoy enfocada a la estrategia de branding (Brand Strategy) que se dedica precisamente a resetear lo que la empresa cree de sí misma, y cambiar sus estrategias y acciones para comunicarse con el mundo sin perder lo que la hace ser ella misma.

Bien.

Si crees que lo que te he contado tiene sentido, espera, porque eso no es nada. Tengo un montón de cosas más que explicarte. Por ejemplo:

– que se puede triunfar sin un buen logo.

– que nos encanta comprar pero no que nos vendan, y eso es una ventaja.

– cómo hacer para que tus clientes te perdonen metidas de pata de tu estrategia empresarial.

– cómo salir del bucle de rebajas y promociones.

– por qué la competencia te debería de dar igual.

– darte cuenta de que -seguramente- tu empresa está tratando a tus clientes como tontos y no te das cuenta.

-cómo hacer para que los clientes se conviertan en embajadores de tu marca.

– por qué a la gente no le importa lo que vendes en realidad y que eso es también es una ventaja.

– un sencillo test para saber hasta qué punto tu publico reconoce tu marca.

– conocer pequeñas acciones que cambian la percepción de tu marca pero que son muy simples.

 

Todo esto es sorprendente.

Pero es así porque no se entiende que la relación entre los clientes y las marcas es algo totalmente distinto a lo que era. No se cuida ese aspecto y así nos va.

Y muchas empresas ya lo saben,  lo hacen fantásticamente bien, y no hace falta que te las nombre (de estas también las hay que son pequeñas). Existe la posibilidad de crear una empresa en la que se confíe y eso es posible a través de una estrategia de branding.

***

La explicación a estos puntos sorprendentes (y que te prometo que te harán pensar y entender qué es lo que puede estar fallando), te la envío por email en unos correos súper interesantes, durante varios días.

Cada email tiene al pie un enlace para que puedas saber más detalles de mi servicio de Brand Strategy. Puedes contratarme para hacer este interesantísimo trabajo para tu marca.

¡Te espero!

 

Uso Mailchimp. Estas son sus políticas.

Puedes contactar conmigo en hello@meisi.es o usa el botón de WhatsApp de la esquina y hablamos de tu caso.